Los niños y niñas en MUSICOSOPHIA de la mano de Hubert.

Al acabar el curso, nos montamos todos en el coche y puse el nuevo CD de la música que habíamos trabajado y, como por arte de magia, las dos niñas se pusieron a mover las manos coordinadas, al compás de la música. Mi marido, que no había asistido al seminario se sorprendió: ¡Se saben ya los gestos! dijo. En efecto, ya se conocían la mayoría de las melorritmias y los diversos bailes de las canciones trabajadas con Hubert. Varias semanas más tarde quise averiguar qué pasaba al poner el mismo CD. Las niñas empezaron a moverse por el salón, a bailar y a cantar, algunos fragmentos musicales los acompañaban de gestos, otros gesticulaban aleatoriamente y me preguntaban: ¡¡¿Mamá, cómo es aquí el gesto?!!

Seguramente el gesto se lo inventaran, pero lo que tengo claro es que habían interiorizado la música. ¿Qué cómo puedo saberlo? Porque la música actuó en ellas como un resorte, se conocían de memoria todas las melodías y se les iluminó la cara al reconocerlas, no sólo las cantaban, si no que gran parte de la tarde estuvieron jugando o paseando o en otros divertimentos, pero tarareándolas.

Y yo me pregunto, ¿qué efectos tendrán a largo plazo estas pequeñas improntas musicales en su desarrollo, en sus conexiones nerviosas, en sus afectos, en sus emociones?

En una sociedad donde la formación es lo primero para ser competitivos, donde los padres estamos dispuestos a que nuestros hijos aprendan todo tipo de habilidades: clases de inglés por supuesto, pronto serán de chino, de informática (es indispensable hoy en día), una oferta infinita de deportes (natación, judo, patinaje, sin olvidar el fútbol, balón-“loquesea”, tenis y demás raquetas…), manejan perfectamente el MP3, MP4, iPhone… Los padres te dicen que la música, el ballet, teatro, pintura….eso es entretenimiento, no aprendizaje. A los adultos en cambio nos ofrecen Tai-chi. Yoga, Risoterapia, Musicoterapia, Reiki… todo para el espíritu y el equilibrio interior…

¿Es que los niños no precisan equilibrio interior? ¿No deberíamos iniciar el aprendizaje de las emociones desde la niñez? La sensibilidad viene con la personalidad de cada uno, sí, pero aunque venga de serie ¿no sería mejor trabajarla desde pequeños?
De la mano de Hubert, la escucha consciente es en mi opinión una forma divertida de acercar la música clásica a los niños, de educarles en la escucha de los detalles y de los matices, de las variaciones y en la difícil tarea de escuchar el silencio.

A largo plazo no soy capaz de inferir si este entorno musical les modificará su forma de afrontar la vida. De momento me conformo con que jueguen con la música clásica, aprendan a descubrir su riqueza y se mantengan con todos sus sentidos alertas, con la esperanza de abrir así las puertas que estimulan la mente y el espíritu.

Sonia Ramírez Parenteau

Después del Seminario Pedagógico en Tomillo, Madrid, Mayo 2011

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